Los pensamientos son
como marchas que se desbocan en la mente para que su grito interno sea
escuchado en una existencia materialista, que cada día se derruye por el ímpetu
del oropel, que es la fuerza que se impone en los seres débiles y básicos. ¿Dónde pisas
cuando sales en busca de tu prosperidad y la de tu familia? Son la
mismas calles que se han hollados por las llantas de los lujosos vehículos en
donde se pasean los gobernantes, ellos no corren el riesgo de torcerse un
tobillo y menos de enlodarse el calzado que los escuda de las humildes huellas
que impetuosamente van marcando nuestros hijos, esos gobernantes, alguna vez
corrieron descalzos por las mismas calles.
Los desechos humanos no
van al lago, su verdadera morada está en la mente; en el subconsciente y en el
corazón. Esos son los verdaderos muladares donde se aloja la bazofia de quienes
viven para gozar con la maldad. Pero también es morada de impolutos
sentimientos que humanizan y nos hacen dignos ante los ojos de quienes admiran
nuestras luchas por la libertad, el futuro y el progreso de un municipio que
depende de ti. No tenemos porque ser los pedigüeños de nuestro peculio. Eso no
es propio de personas dignas. Los
gobernantes que dan bagatelas de la riqueza de un pueblo, indica que están a
ese mismo nivel. Las dianas cuando suenan, nos advierten que las luchas no son con balas ni contra
nuestros hermanos.
¿Amas a San Joaquín y
entonces… que esperas? La lucha no se detiene!!
Tienes dos opciones y
nadie puede decidir por ti. La primera, seguir horadando las calles de tu
municipio con las apáticas huellas de quien se doblega a un gobernante y se
niega a luchar por el futuro de sus hijos. La segunda, cincelar las calles con
tus pasos históricos para que quede en el imborrable pergamino de la historia.
Esta opción es solo para las personas dignas, que luchan con el miedo en la
espalda y la gallardía lustrada en sus ojos. La muerte no se hizo para los
valientes, aunque la vean caminar bajo el incandescente y melancólico sol, no
es motivo de miedo, porque su cobardía poco a poco lo desterrará en la lóbrega
cripta, residencia del sempiterno tormento de quienes se negaron a luchar.