Maestro, hoy amanecí con una gran utopía abrigando mi
corazón, hay en mí, una necesidad de resucitar de entre esta gente y salir de
esta tenebrosa oscuridad que ciñe el mundo que me rodea. Aquí no existe aquel
Jordán donde con tu ejemplo, nos enseñaste a purificar las impudicias. Nuestros
ríos mezclaron sus aguas con el óleo negro que contamina lo humano y fortalece
la vanidad. Maestro, aquel demonio que dudando de tu estirpe celestial te
ofreció los poderes de la humanidad, ha tomado nuestro territorio como asiento
para oprimir a nuestra sociedad.
Fantoches opresivos se enquistaron en la conciencia de incautos para eternizar
su inicuo reino. Ya nuestros niños no alzan sus manos para alcanzar estrellas y
anidarlas en su inocencia, ahora empuñan el arma asesina que les obsequian para
que jueguen con la muerte; otros, ya no corren tras mariposas para alcanzar sus
vuelos, transitan velozmente delante de proyectiles fratricidas para que no
perforen sus alas. Maestro, aquel mar tormentoso calmado por tu grandeza,
nuevamente se ha enfurecido, inmensas olas aplastan dignidades, quedando debajo
de ellas el repulsivo hedonismo, las flores no terminan de abrir sus pétalos
cuando fulgores lascivos profanan su candidez; la ética es un concepto que se
disuelve en el ímpetu virulento de la sordidez, moral y dignidad caen victimas
frente al poder del dinero. Maestro, aquellos mares donde tú ordenabas sumergir
las atarrayas para atrapar peces ya no existen, ahora son inmensos lagos con la
deyección cubriendo sus aguas. Al comentarte esto cometo un delito, está
prohibido hablar de eso, pensar en eso… No obstante, el cuerpo contaminado se
puede depurar, pero sólo tú puedes acrisolar el alma. Alzaste tus manos al
cielo y multiplicaste los panes, enseñándonos el maravilloso milagro de
compartir desterrado ya de la esencia humana. En este tiempo los alimentos se descomponen formando grandes muladares y
no hay ley que detenga esta barbarie. Maestro, los azotes de tu doctrina han
sido muchos, políticos, seudo religiosos, reyes, en fin, los mismos que besan tu imagen para engañar a
quienes les siguen.¿Recuerdas el Sanedrín? Asqueante!
Sacerdotes y Escribas creyeron estar por encima de tu magna grandeza. Sobre tus
hombros un madero de tormento, una cruz con el peso de una comunidad enajenada
por arengas deicidas. Empero no existe
un poder que te destierre de la fe de los más oprimidos. Hoy, un nuevo sanedrín
se postra indiferente ante el dolor humano, en eterna ofrenda a los emperadores
de los nuevos tiempos. Maestro aquellas
monedas con el rostro del César, siguen atizando las almas. La
locura se apoderó de la muchedumbre que
marcha tras el inicuo. Sincretismo irracional el de ahora oran por el presente
mientras ofrendan el futuro de sus hijos a cambio de un poco de comodidad.
Maestro, en aquel Vía Crucis, solo frente a miradas indolentes y al final de la
tarde te redimiste de este mundanal. Hoy, decenas de vía crucis a diario
entristecen nuestras calles, sobre modernas carrozas y detrás un sinnúmero de
magdalenas y los Pilatos de la modernidad ataviados de verde oliva en continuo
lavado de manos. A ti, Maestro, confieso mi gran temor, el ajenjo del odio
inserto en el ADN de los venezolanos. Maestro, no nos abandones, sólo en ti
confiamos para que nos ayudes a buscar más allá del calvario el nuevo horizonte,
donde los estigmas marcados en el espíritu quedaran borrados de la memoria, y
aquellos que se dejaron envolver,
perdónalos, no saben lo que hacen.