lunes, 26 de marzo de 2012

A ti, Maestro Jesús




Maestro, hoy amanecí con una gran utopía abrigando mi corazón, hay en mí, una necesidad de resucitar de entre esta gente y salir de esta tenebrosa oscuridad que ciñe el mundo que me rodea. Aquí no existe aquel Jordán donde con tu ejemplo, nos enseñaste a purificar las impudicias. Nuestros ríos mezclaron sus aguas con el óleo negro que contamina lo humano y fortalece la vanidad. Maestro, aquel demonio que dudando de tu estirpe celestial te ofreció los poderes de la humanidad, ha tomado nuestro territorio como asiento para oprimir a nuestra  sociedad. Fantoches opresivos se enquistaron en la conciencia de incautos para eternizar su inicuo reino. Ya nuestros niños no alzan sus manos para alcanzar estrellas y anidarlas en su inocencia, ahora empuñan el arma asesina que les obsequian para que jueguen con la muerte; otros, ya no corren tras mariposas para alcanzar sus vuelos, transitan velozmente delante de proyectiles fratricidas para que no perforen sus alas. Maestro, aquel mar tormentoso calmado por tu grandeza, nuevamente se ha enfurecido, inmensas olas aplastan dignidades, quedando debajo de ellas el repulsivo hedonismo, las flores no terminan de abrir sus pétalos cuando fulgores lascivos profanan su candidez; la ética es un concepto que se disuelve en el ímpetu virulento de la sordidez, moral y dignidad caen victimas frente al poder del dinero. Maestro, aquellos mares donde tú ordenabas sumergir las atarrayas para atrapar peces ya no existen, ahora son inmensos lagos con la deyección cubriendo sus aguas. Al comentarte esto cometo un delito, está prohibido hablar de eso, pensar en eso… No obstante, el cuerpo contaminado se puede depurar, pero sólo tú puedes acrisolar el alma. Alzaste tus manos al cielo y multiplicaste los panes, enseñándonos el maravilloso milagro de compartir desterrado ya de la esencia humana. En este tiempo los alimentos  se descomponen formando grandes muladares y no hay ley que detenga esta barbarie. Maestro, los azotes de tu doctrina han sido muchos, políticos, seudo religiosos, reyes, en fin,  los mismos que besan tu imagen para engañar a quienes les siguen.¿Recuerdas el Sanedrín? Asqueante! Sacerdotes y Escribas creyeron estar por encima de tu magna grandeza. Sobre tus hombros un madero de tormento, una cruz con el peso de una comunidad enajenada por arengas   deicidas. Empero no existe un poder que te destierre de la fe de los más oprimidos. Hoy, un nuevo sanedrín se postra indiferente ante el dolor humano, en eterna ofrenda a los emperadores de los nuevos tiempos. Maestro aquellas  monedas con el rostro del César, siguen atizando las almas. La locura  se apoderó de la muchedumbre que marcha tras el inicuo. Sincretismo irracional el de ahora oran por el presente mientras ofrendan el futuro de sus hijos a cambio de un poco de comodidad. Maestro, en aquel Vía Crucis, solo frente a miradas indolentes y al final de la tarde te redimiste de este mundanal. Hoy, decenas de vía crucis a diario entristecen nuestras calles, sobre modernas carrozas y detrás un sinnúmero de magdalenas y los Pilatos de la modernidad ataviados de verde oliva en continuo lavado de manos. A ti, Maestro, confieso mi gran temor, el ajenjo del odio inserto en el ADN de los venezolanos. Maestro, no nos abandones, sólo en ti confiamos para que nos ayudes a buscar más allá del calvario el nuevo horizonte, donde los estigmas marcados en el espíritu quedaran borrados de la memoria, y aquellos que se dejaron  envolver, perdónalos, no saben lo que hacen.