San
Joaquín atesora un rico acervo cultural que, con el pasar de los años, cual
simiente esparcida en árido suelo, se ha desarraigado de la memoria. He aquí la
importancia de desempolvar el olvido y pulir los recuerdos, para trasladarlo
hasta el presente con la pulcritud que amerita; solo así sus pobladores podrían
reenamorarse de la hermosa tierra que habitamos.
Como
todo pueblo estaba destinado a la libertad plena; que lo encauzaría por el camino
que lleva al desarrollo. Su identidad, comienza mucho antes del inicio de la
guerra independentista, en el año de
1795, de la mano de su fundador el padre José Damián Saubens, quien hombro a
hombro con sus habitantes, luchó por su preservación ante la hambruna,
terremotos, enfermedades y las devastadoras secuelas dejada por nuestra gran
guerra.
Aquel poblado de inmensos samanes, de cultivos
de añil, café, caña de azúcar, del lago y sus impolutos oleajes y de
cristalinos ríos y quebradas, tuvo una participación preponderante en la
movilización independentista, ya que en 1816, se libró en su suelo, lo que más
tarde fue denominado “El Combate de El Aguacate” cruento enfrentamiento en el
cual se perdieran aproximadamente 200 valiosas vidas, ofrendadas a la libertad
por nuestros héroes independistas.
Con
el pasar de los años, muchos cultivos fueron desapareciendo de esta fértil
tierra, como el añil, la caña, el aguacate, pero sobre todo, la siembra
irreverente que nos legó en la conciencia el padre Saubens y sobre todo
aquellos 200 hombres caídos en desigual combate.
Pasaron
los años y la vida de los sanjoaquineros continuó bajo una subjetiva libertad,
ya que San Joaquín, por no tener carácter de municipio autónomo, dependía
económicamente de las bondades que le otorgaba la vecina población de Guacara.
Se agitó entonces, el ADN libertario que circula digno, por nuestras venas y se
hizo imperiosa una nueva rebelión
emancipadora, pero con otra clase de armas: La Constitución y nuestras
conciencias. Suceso que se inició en el año 1979, cuando los señores Antonio
García, Braulio Ramos y Luis C. Rojas, conformaron el Primer Comité Pro
Autonomía de San Joaquín, iniciándose así una incansable lucha, que perseveró
casi cuatro años. Por dicho comité desfilaron muchas personas, unas entrando
por un tiempo muy limitado, otras, sumándose a la causa ya casi al final, pero
todas aportando ideas, recursos, apoyo moral etc., hasta la consecución, el 25 de Octubre de 1983, del objetivo
trazado por este nuevo cultivo de emancipadores municipales. Aunque en 1983, a
esta noble y jovial población, le habían cortado el cordón umbilical que la
mantenía unida al Municipio Guacara, su avance hacia el progreso continuaba con
pasos lerdos, transcurriendo su historia totalmente divorciada del desarrollo,
situación que cambiaría con la descentralización política lograda en 1989, a
través del voto directo, en nueva fiesta
democrática se eligen los primeros gobernadores y alcaldes. Desde ese instante
lazos progresistas, unirían la alcaldía
con el municipio, matrimonio que duró
pocos años. Tristemente el discurso populista, alejado de la prosperidad
cívica, termina por adormecer el ímpetu batallador de los pueblos, dando como
resultado, historias huecas sin luchas sociales.
Partiendo
desde mi deber moral, debo reconocer que tanto demagogia como fanatismo
político, han formado en el San Joaquín del padre Saubens, una especie de
logia, afortunadamente, cada vez con menos cófrades, que viven bajo el
indignante “confort socialista”, que hoy ha puesto en manos de un extranjero
los destinos de nuestro municipio; sin obviar, los grupos políticos que
amparados en un esquema de “unidad” opositora personalista,
también tienen una alta cuota de
responsabilidad en la entrega de nuestro municipio.
De
nada sirvió el esfuerzo de aquellos 200
guerreros que yacen en el campo Elíseo, (permítaseme el calificativo) El
Aguacate,.
De
estar vivos los pioneros de nuestra autonomía, Don Antonio García, Don Braulio
Ramos y Don Luis C. Rojas ¿Cómo se sentirían frente a esta ignominia? Debido a
una ceguera política y en claro antagonismo con las luchas libertarias,
apostaron nuestro municipio en un juego que desmanteló años de trabajo y nos
enfiló a los arcaicos tiempos de dominio por lo que tanto se peleamos. En las
batallas religiosas, predomina la
constancia espiritual, teniendo como sus principales fortalezas la oración y la
fe.
En
las guerras militaristas, prevalece el dominio del hombre por el hombre, sin
embargo, al final, son el honor y la valentía, los verdaderos héroes.
En
las luchas políticas, lo sano es combatir con
las armas del ser inteligente, es decir, las ideas, en total
concordancia con los preceptos constitucionales que garanticen los derechos
ciudadanos.
Cuando
el poder se centra en un individuo, éste, termina por socavar y aplastar la
libertad de los pueblos.
Hoy,
a 32 años de nuestra autonomía, nuevamente el centralismo, temible inquisidor
de la Democracia, nos muestra sus temibles colmillos, estamos obligados a
fortalecer nuestro ímpetu libertario y rescatar nuestro legado.