El tiempo es infinito e incognoscible
y en el mismo instante de su revelación, surge la libertad, emancipación que
dio paso a la historia. Igualmente ocurre con la mente, tan indescifrable e inmortal como el tiempo,
es el núcleo generador de nuestros
pensamientos. Esto nos da a entender que tanto lo intrínseco como lo extrínseco tienen su
naturaleza en el solipsismo, teoría filosófica idealista, según la cual nada
existe fuera del pensamiento individual y que toda realidad percibida, fue
antes fruto de la imaginación.
Los grandes pensadores griegos, apelando a esa libertad reflexiva que
como vorágine recorría sus mentes,
idearon la Democracia, con el fin de conformar los mecanismos idóneos
para legislar y gobernar a los pueblos, siendo la alternabilidad su regla de
oro y así no perpetuar conceptos
erróneos que mancillaran o desviaran su esencia. No obstante, en manos del
hombre, cualquier instrumento que se maneje bajo criterios diversos, termina
por contaminarse y lo que comienza apegado a derecho termina infiltrado por agentes corrosivos.
Política y Democracia, con una
concepción 100% civilista, fueron asaltadas por dogmas militaristas, surgiendo
de esa invasión, dictaduras de distintas índoles. De allí el gran problema de
nuestra Latinoamérica, que cambió su concepción de Estado intelectual por
Régimen castrense, rezagando su desarrollo socio-económico, espiritual e
intelectual, en comparación con los países de avanzada de otros continentes.
Sería interesante confrontar la cantidad de dictadores que han azotado a
Latinoamérica con los premios Nobel obtenidos.
Si la moral se funda en las acciones personales es obvio pensar, que
dentro de un régimen tiránico, los conceptos que rigen la conducta humana,
quedan pervertidos en la conciencia. La sangre representa la gran mácula en el
uniforme militar, sin embargo, la barbarie es la toxina que extermina todo
sentimiento de bondad. Las dictaduras han hecho de la política un instrumento
para exteriorizar esa bestialidad, que más allá de la vestimenta, habita en lo
humano.
La ignorancia es lineal y el odio terreno fláccido, no hay esfuerzo
alguno en ser y vivir en el ignorantismo. Esta liviandad existencial conlleva al hundimiento de la filantropía. La
ignorancia no tratada confluye en brutalidad, primitivismo, barbarie y hasta en
resentimientos mezquinos, en pocas palabras, la mente minada por la incultura deja libre su linaje
bárbaro.
La inteligencia sobrevive dentro de un amplio campo dominado por la
ignorancia, no obstante, la intelectualidad, por ser radical es más difícil de
alcanzar, siendo ésta, junto a la moralidad, el estado más elevado que pueda el
hombre lograr.
Hay naciones que sin poseer
riquezas naturales disfrutan de un gran desarrollo, el motivo, simple
obviedad. A más desarrollo intelectual de los gobernantes, más progreso socio,
económico, político y cognitivo para la nación tutelada, aplicable también a la
inversa.
Es sensato preguntarse ¿Los políticos de estos tiempos, son impulsados
por la ideología original de los eruditos griegos, o por lo menos, son capaces
de abonar ésta con nuevas ideas? ¿Sus
pensamientos gozan de un gran contenido social o personalista? No es casual que
el poder casi siempre, termine convirtiéndose en matriz generadora de
hedonistas, megalómanos, narcisistas, fetiches, entre otras, patologías que, en
su confluencia, hacen de los gobernantes
teomaníacos.
Al igual que el militarismo, la
ignorancia ha jugado un papel
preponderante en la destrucción de la política, de allí tantos regímenes
autoritarios solapados tras la investidura demócrata. Gobernantes incultos y
ramplones, sin ningún criterio moral ni ético, lucrándose personalmente de las inmensas fortunas del Estado mientras sus
ciudadanos se empobrecen al ritmo de la
devastación social.
Cuando los partidos políticos formen líderes con bases morales, éticas y con vocación por el
trabajo social, cambio y progreso será una meta alcanzable.