viernes, 10 de abril de 2015

Entre el Ser y lo Humano (I)


Vivimos en un país donde poco se habla sobre la moral y la ética, quizás sea esa la razón por la cual nuestra sociedad gira en retorno hacia una acelerada involución como humanos.
Cuando somos concebidos, germinan en nuestros genes distintas características que conforman nuestra personalidad, tales como: el liberador y el tirano; el esclavista y el esclavo, de estas entidades solo la libertad es inherente al ser,  igualmente recinto de la conciencia que a su vez aloja  la razón, las otras  permanecen albergadas en lo humano, generando una desigual lucha en nuestro interior, sin embargo debemos tener claro, que a la vida llegamos sin conciencia, por lo tanto, amorales. Cada quien decidirá sobre la premisa de su libre albedrío, si  libérrimo o dictador.
Así como el SER necesita de lo HUMANO para su existencia, la ética  prospera de la moral,  connubio que se hace eterno. Uno de los grandes enemigos de la moral es el poder en sus distintas representaciones, ya que su seductora figura promete dinero, sexo, bienes materiales y adulancia, embelesando y envileciendo la conciencia de la gran mayoría.
Cuando se premia al débil con poder, éste automáticamente se convierte en opresor, es por ello que antes de gozar de cierto poderío, primero se debe  fortalecer la mente con un conocimiento sustentado en la probidad. Disertado esto, queda claro el  por qué los poderosos siempre terminan alimentándose con el servilismo de los débiles de conciencia, obviando que los aplausos de los alabarderos contienen un eco destructivo que termina por destruir  el inicial altruismo. 
El poder  antecedido por bajas pasiones como  odio, envidia, delirios de grandeza, entre muchas, se transforma en una  fuerza inmoral, que desciende sobre la sociedad de manera piramidal, llegando hasta los estratos sociales más humildes, siendo su principal víctima la moral, ya que ésta, por poseer una condición innata, es vulnerable frente al conjunto de realidades que conforman un país. Si la realidad vislumbrada es una alta tasa de criminalidad, podemos considerarla como la hija bastarda   de esa fuerza inmoral.
La moral por ser instintiva es cálida y  goza de muchas emociones, entre ellas el placer y el  displacer, entendiéndose que por no ser doctrinal no puede ser controlada por ninguna ley, ya que las leyes son frías y se deben a un conjunto de reglas, que en muchos casos terminan desligándose de la ética, dando surgimiento a la legalidad inmoral y a la irracional. Cuando se hace de la ley  exclusiva benefactora para una élite, ésta pierde su esencia, que no es otra que, impartir decisiones ajustadas a su reglamento de manera imparcial.
Una nación anárquica, es el fiel reflejo de sus gobernantes quienes terminan por desnudar sus carencias como seres humanos, sin embargo, para ser gobernante primero se debería tener una formación epistémica en lo referente a las ciencias políticas complementada con la ética. Cada quien tiene derecho a  decidir si se conduce honradamente o no por la vida y en política la moral camina siempre por el agudo filo del cuestionamiento ciudadano.
Sin moral no hay ética, sin humanidad no puede desarrollarse el ser; sin inteligencia es imposible que surja la intelectualidad, sin humildad no puede ejercitarse la espiritualidad y sin conciencia colectiva no podemos presentarnos como líderes.
Son estos los valores que deben trabajarse y fortalecerse si aspiramos conducir los destinos de una familia, un municipio o un país. 

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