jueves, 30 de abril de 2015

El Ser y lo Humano (II)


El tiempo es infinito e incognoscible y en el mismo instante de su revelación, surge la libertad, emancipación que dio paso a la historia. Igualmente ocurre con la mente,  tan indescifrable e inmortal como el tiempo, es el núcleo generador de nuestros  pensamientos. Esto nos da a entender que tanto  lo intrínseco como lo extrínseco tienen su naturaleza en el solipsismo, teoría filosófica idealista, según la cual nada existe fuera del pensamiento individual y que toda realidad percibida, fue antes fruto de la imaginación.
Los grandes pensadores griegos, apelando a esa libertad reflexiva que como vorágine recorría sus mentes,  idearon la Democracia, con el fin de conformar los mecanismos idóneos para legislar y gobernar a los pueblos, siendo la alternabilidad su regla de oro y así  no perpetuar conceptos erróneos que mancillaran o desviaran su esencia. No obstante, en manos del hombre, cualquier instrumento que se maneje bajo criterios diversos, termina por contaminarse y lo que comienza apegado a derecho termina infiltrado  por agentes corrosivos.
 Política y Democracia, con una concepción 100% civilista, fueron asaltadas por dogmas militaristas, surgiendo de esa invasión, dictaduras de distintas índoles. De allí el gran problema de nuestra Latinoamérica, que cambió su concepción de Estado intelectual por Régimen castrense, rezagando su desarrollo socio-económico, espiritual e intelectual, en comparación con los países de avanzada de otros continentes. Sería interesante confrontar la cantidad de dictadores que han azotado a Latinoamérica con los premios Nobel obtenidos.    
Si la moral se funda en las acciones personales es obvio pensar, que dentro de un régimen tiránico, los conceptos que rigen la conducta humana, quedan pervertidos en la conciencia. La sangre representa la gran mácula en el uniforme militar, sin embargo, la barbarie es la toxina que extermina todo sentimiento de bondad. Las dictaduras han hecho de la política un instrumento para exteriorizar esa bestialidad, que más allá de la vestimenta, habita en lo humano.

La ignorancia es lineal y el odio terreno fláccido, no hay esfuerzo alguno en ser y vivir en el ignorantismo. Esta liviandad existencial  conlleva al hundimiento de la filantropía. La ignorancia no tratada confluye en brutalidad, primitivismo, barbarie y hasta en resentimientos mezquinos, en pocas palabras, la mente  minada por la incultura deja libre su linaje bárbaro.
La inteligencia sobrevive dentro de un amplio campo dominado por la ignorancia, no obstante, la intelectualidad, por ser radical es más difícil de alcanzar, siendo ésta, junto a la moralidad, el estado más elevado que pueda el hombre lograr.
Hay naciones que sin poseer  riquezas naturales disfrutan de un gran desarrollo, el motivo, simple obviedad. A más desarrollo intelectual de los gobernantes, más progreso socio, económico, político y cognitivo para la nación tutelada, aplicable también a la inversa.
Es sensato preguntarse ¿Los políticos de estos tiempos, son impulsados por la ideología original de los eruditos griegos, o por lo menos, son capaces de abonar ésta con nuevas ideas?  ¿Sus pensamientos gozan de un gran contenido social o personalista? No es casual que el poder casi siempre, termine convirtiéndose en matriz generadora de hedonistas, megalómanos, narcisistas, fetiches, entre otras, patologías que, en su confluencia, hacen de los gobernantes  teomaníacos.
Al igual que el militarismo,  la ignorancia  ha jugado un papel preponderante en la destrucción de la política, de allí tantos regímenes autoritarios solapados tras la investidura demócrata. Gobernantes incultos y ramplones, sin ningún criterio moral ni ético, lucrándose personalmente de  las inmensas fortunas del Estado mientras sus ciudadanos se empobrecen  al ritmo de la devastación  social.
Cuando los partidos políticos formen líderes con  bases morales, éticas y con vocación por el trabajo social, cambio y progreso será una meta alcanzable.

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