La ignorancia existencial cohabita entre nosotros desde
tiempos remotos, su modo de permanencia es fortalecerse en aquellos que, dada
su pereza mental, sirven de abono para reproducirse en un ciclo interminable y
repetitivo.
Estudiosos de la conducta humana, han manifestado que la
ignorancia es el polo contrario a la inteligencia, otros, la han denominado con
el principio del conocimiento, en fin, podría decirse mucho en cuanto a la terminología
correcta, sin embargo, siempre quedará espacio para nuevas teorías.
El ignorantismo existencial no es más que, el puente por
donde el Homo Sapiens transita perdido en su propio anacronismo hacia la era
moderna o tecnológica, sin la intelección necesaria para comprender los nuevos conceptos de la
vida.
El conocimiento no explotado está limitado a permanecer en el
lugar más oscuro del cerebro, por lo cual urge esforzarse para adentrarse y socavar la optima comprensión
requerida. Debemos tener presente que el destino está regido por una existencia
banalizada derivada en conformismo.
La ignorancia existencial pasiva no representa peligro alguno para la sociedad, no obstante
si para el individuo, ya que quien vive de espaldas a los nuevos conceptos, está
renunciando a los cambios que irreversiblemente se transforman en el poder que
finiquita una época para dar inicio a otra.
La sabiduría no está intrínseca en el ser, todos,
absolutamente todos debemos iniciarnos reconociendo nuestra ignorancia, optando por el largo y tortuoso
camino que conlleva a algún conocimiento. Ser sabio no significa poseer
innumerables reconocimientos académicos, la sapiencia se construye elevando a
diario, primero nuestra espiritualidad, asociada al nivel intelectual que nos distinga
del ser común, laurel que logrará catapultar al individuo como un
ser adelantado en su época. Con solo
asumir y decidir, dejar a un lado el ignorantismo se está avanzando hacia un
horizonte superior. Difiere esto del ignaro existencial, que al no reconocer su
naturaleza vive plácidamente dentro del confort que le brinda no pensar ni
actuar con esfuerzo.
La incultura
existencial es el núcleo donde progresan
diversas perversiones: resentimiento, odio, envidia, mediocridad, etc., de allí
nace el conformismo que inevitablemente, obligará al individuo a someterse a otros. Quien logra salir del charco de la
ignorancia suele convertirse en ignorantofóbico, despreciando cualquier acto
que denigre su intelecto, mientras que, aquellos que gozosamente continúan
viviendo en ese tremedal terminan repudiando a quienes, luchando día a día,
enriquecieron sus vidas con el fruto de la humildad y el conocimiento, éstos
vendrían a llamarse intelectofóbicos, derivando de ambas conductas la más
antigua de las luchas: La de clases. La idea no es pugnar con la sabiduría, ni
condenarse eternamente al ignorantismo, es encontrar el punto medio que nos una
como seres civilizados.
El feudo de la ignorancia siempre ha representado un peligro en
la sociedad, recordemos que se trata de fuerza contra ideas. Cuando la fuerza
asalta el poder, sin argumento alguno, avasalla, arruina, tiraniza, domina la
conciencia de las personas que consigue
a su paso, dando así inicio a una sociedad caudillezca, donde la
barbarie pasa a ser factor predominante, que inclemente, acosa a todos aquellos
que desde su libertad e intelecto, luchan por no caer victimas de sus garras.
Cuando el hombre aprenda a afinar sus sentidos, podrá inferir,
que gran parte de este hermoso planeta, aun pertenece a las bestias, que a
través de la historia, han tenido la potestad para acondicionar este sistema de
vida a su personal comodidad.
La perversión social,
unificadora de vicios, no pertenece a un nuevo orden, ésta siempre ha
existido y si no luchas por ser libre, correrás el riesgo de ser parte de ella.
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