“Déjenlos. Guías ciegos
es lo que son. Por eso, si un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo”.
Mateo, Capítulo 15, Versículo 14.
Con estas palabras, el Maestro
Jesús condenó a la clase política de la época y a quienes le seguían,
demostrando que sus palabras, no solo estaban adelantadas a su tiempo, sino que
siguen vigentes en la actualidad. Las enseñanzas de aquel Maestro, tuvieron la
grandeza de perpetuarse más allá de cualquier Era.
La eternidad, es un anciano que ha adquirido su sabiduría, viendo
pacientemente a las personas caer
víctimas de las agitaciones de la vida, es esa la razón por la cual
nos envía sus horas como emisarias,
cargadas de saber e infortunios.
No son los minutos los que
encierran conocimientos o tragedias, somos los hombres, quienes llevamos
ese legado en nuestra esencia; simplemente buscamos un intervalo en el dilatado
espacio de la existencia para exteriorizar todo lo que reposa en nuestras
mentes, paraíso de grandeza, cripta de perversidades.
¿Qué diría el Maestro, si físicamente
presenciara la realidad que sufrimos los venezolanos?
El punto de partida de esta hecatombe, está enraizado en aquel fatídico
04 de febrero de 1992, nadie puede pretender guiar a un pueblo mirando a través
de los ardientes cañones de los fusiles, es absurdo, ya que en política no hay
cabida para héroes bélicos, esta es una ciencia destinada a estadistas.
El patriarca Moisés, rescató a
su gente de la ignominiosa esclavitud
egipcia y los condujo por el desierto en busca de la tierra prometida por Dios,
sin embargo, durante el éxodo que se mantuvo por unos 40 años, aun recibiendo
continuamente el Maná, la queja era constante. Desde 1958 hasta 1998, y dejando
a un lado las mezquindades, debemos reconocer que en la tenebrosa era de la
anterior dictadura, en cuanto a infraestructura, educación, medicina, entre
otros logros, nuestra amada patria vivió el periodo más fructífero de su
historia y aun así, las quejas eran constantes, a tal punto, que en 1998, el
pueblo ciego se dejó guiar por un líder ciego. Desde ese instante, la nación
exportadora de democracia y calidad de vida, hoy es una de las máximas
importadoras de alimentos, bienes y servicios, dependiente en un 90% de la
renta petrolera.
Un demagogo no es otra cosa
que, un tiranillo gateando sobre sus propias miserias, el peligro está,
cuando estos seres aprenden a ponerse de
pie, ya que desde ese instante se apoderan del Estado para aplastar a la sociedad.
Basta de sedentarismo mental, de conformismo, de quejas, de mediocridad, de miedo, todo esto concluye
en costumbre y allí, es donde los tiranos se eternizan en el poder. La lucha es
por el futuro de nuestros hijos y solo unidos podemos vencer. Demócratas, no permitamos que nuestras mentes
se alimenten con el resentimiento de los perversos, porque nuestros corazones
convertidos en remolino de odios podrían despertar al tirano que duerme en
nuestras almas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario